Entre los romanos existía la costumbre de adornar el atrio de las viviendas con los bustos y retratos de toda su ascendencia, con el objeto de demostrar la extensión y la ranciedad de su linaje.
Por efecto del humo y del paso del tiempo, los objetos decorativos iban adquiriendo una coloración oscura de la que los habitantes de la casa solían ufanarse, ya que cuanto más intensa era esa pátina de ranciedad, más crecía la respetabilidad de la familia, en base a la memoria de sus ancestros.
Ese es el origen de la expresión.
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