Hace tiempo, en el pueblo de Pitres (Granada) dos clérigos, aspirantes a una plaza de capellán, hicieron una apuesta a ver cuál de ellos celebraba la Santa Misa en menos tiempo.
Tras concluir los preparativos para el desafío religioso y mientras se aproximaban al altar, uno de los curas inició la misa diciendo: "Ite, Missa est", fórmula litúrgica que precedía a la bendición final. El otro, impasible, se giró hacia el monaguillo que sujetaba la vela y exclamó: "¡apaga y vámonos!, que ya está la misa dicha"
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