Se dice que ha alguien se le ha ido la olla cuando se ha vuelto loco.
Esta expresión tiene lugar en la Francia del siglo XVIII, donde había un famoso cocinero llamado Jean-Luc Sagnol, cuya sopa de ostras tenía gran fama.
Tanto es así, que cuando Luisa Isabel, la hija del rey Luis XV de Francia, va a marcharse de la corte para casarse con Felipe, el hijo de Felipe V de España, es el encargado de realizar el festín de despedida.
El cocinero se comprometió a realizar la mejor sopa de ostras que ninguna persona hubiera probado en su vida.
Tanto él como sus ayudantes trabajaron duro para poder conseguirlo y, según se dice, el trato que dispensó a sus subalternos fue despectivo y muy desagradable. Tanto es así que cuando el cocinero ya se disponía a servir la famosa sopa, la olla donde se cocinó, desapareció.
El cocinero, desesperado, se puso a buscar la olla como un loco y al no dar con ella, comenzó a gritar: ¡se me ha ido la olla, se me ha ido la olla!
El rey al enterarse de lo acontecido le mandó encerrar por no cumplir con la promesa que les realizara.
Se desconoce quien fue el responsable de la desaparición de la olla, hay quien cree que los pinches, pero nunca se supo ni se llegó a encontrar nunca a la propia olla.