Esta palabra proviene del pueblo de los vándalos, un pueblo de Europa Central y que formaba parte de los pueblos conocidos como bárbaros por parte del Imperio Romano.
Fue un pueblo que arrasaba con todo a su paso y muy virulento y que, en el siglo V, llegó a saquear Roma. Este acto quedó grabado en la memoria colectiva, pero no fue hasta la Revolución Francesa que no se extendió el término vándalo ni vandalismo para asociarlo como algo salvaje.
Fue en aquel momento cuando el obispo de Blois, Henri Grégoire, lo utilizó en un discurso para censurar aquellos actos de pillaje contra los tesoros de las iglesias realizados por el pueblo llano. Este discurso lo tituló como ‘Informe sobre la destrucción causada por el vandalismo’ (Rapport sur les destructions opérées par le Vandalisme).
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