Se dice que se arroja el guante cuando se lanza un desafío a alguien y cuando se recoge el guante es que se acepta el mismo.
Antiguamente, cuando un caballero consideraba que se había mancillado su honor, podía resarcirse retando al responsable. Para comunicar este reto, el desafiante lanzaba un guante al desafiado y, si este lo recogía, aceptaba el duelo. El no recogerlo era considerado un acto de cobardía.
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